Queremos promover una cultura del cuidado y la protección de todas las personas, especialmente de los más débiles en nuestra Diócesis de San Juan de los Lagos. Durante estos últimos tres años, la Comisión Diocesana para la Protección de los Menores ha trabajado para generar conciencia en los agentes de pastoral y para seguir reconociendo y actuando con firmeza ante los crímenes de abuso sexual, especialmente cometidos por los clérigos y consagrados. En esta sintonía queremos compartirles el siguiente artículo que contiene 10 pequeños temas referentes a enfrentar de manera evangélica los abusos sexuales cometidos contra menores y personas vulnerables.
Promoviendo una cultura del cuidado y la protección de las personas
En este año del despertar católico en nuestra Diócesis, queremos compartir con ustedes algunas pautas que puedan servirnos para proteger y cuidar de mejor manera a nuestros menores y personas vulnerables en casa, en la escuela, en las redes sociales y en el ámbito eclesial, despertando a la realidad dolorosa del abuso y creando en nuestro entorno confianza lúcida.
Nos motiva lo que Jesús quiere: «Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan» (Mt 19,14). Somos conscientes de que ninguno puede hacerlo todo, pero que todos podemos hacer algo y deseamos que la cultura del cuidado y la protección sea algo más natural en nuestro pensar, sentir y hacer.
Tengamos en cuenta que el escándalo no es hablar del abuso, sino el mismo abuso y que la indignación nos debe venir ante la vulneración de la dignidad humana, ya que en muchas ocasiones se ha utilizado a la víctima para salvar al victimario y no queremos que eso se repita.
Atendiendo a lo anterior, queremos compartir con ustedes 10 breves puntos que ayuden a comprender la realidad del abuso. Las 8 primeras reflexiones las recibimos del Sr. Andrés Murillo, un hombre chileno comprometido en la prevención y atención de este tipo de crímenes en todos los contextos: familiar, escolar, eclesial, etc. Y las 2 últimas reflexiones son de Mons. Manuel Alí, obispo auxiliar de Bogotá y miembro de la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores.
1.- El tema de los abusos es un tema complejo, porque se inserta dentro de la violencia sexual. No hay que contentarnos con visiones reducidas o sólo desde un aspecto, «es necesario escuchar todas las voces, aprender e ir adelante en el camino de la prevención; no hay que quedarnos a nivel psicológico, canónico, legal, hay que llegar al nivel espiritual» (P. Hans Zollner).
2.- Los elementos fundamentales del abuso son seis: la asimetría de poder, la cercanía del agresor, la traición de la confianza, el daño a la dignidad, el contexto abusivo y el silenciamiento.
3.- La asimetría es la diferencia física, de relación, de conocimientos, etc., que existe entre las personas. Por lo general la asimetría es buena porque su finalidad escuidar al otro más pequeño. Todos los que somos agentes de pastoral (sacerdotes, seminaristas, catequistas) no debemos perder de vista que nuestras relaciones de ayuda con los fieles son asimétricas, porque ellos esperan que los ayudemos y los cuidemos, y no que abusemos de su confianza.
4.- La confianza: Hay tres niveles: la confianza ciega, que se entrega sin reservas; la desconfianza generalizada, que cuestiona todo y la confianza lúcida, que es crítica, que confía con los límites adecuados. Generalmente los abusos se dan en el nivel de confianza ciega, porque las personas no imaginan que se les vaya a dañar. La desconfianza generalizada, viene después de sufrir un abuso: «todos son iguales», «nada de esto sirve». Lo ideal es que podamos llegar al nivel de confianza lúcida, donde, de manera crítica se llega a aceptar esta dolorosa realidad de manera equilibrada: «sí se dan casos, pero ni son todos, ni la mayoría, ni siempre».
5.- La geometría del abuso y la violencia: Generalmente en un abuso hay tres actores: la persona que abusa, la persona abusada y un «tercero» que se da cuenta y no hace nada y con esto apoya al abusador. El tercero es el que puede romper el triángulo del abuso, apoyando a la víctima y no al abusador. Hagamos conciencia de que la cultura abusiva depende del «tercero». Por eso la denuncia canónica, como civil son necesarias para detener el abuso.
6.- El poder no es neutro, tiene dos manifestaciones, una sana y una patológica, la sana es la autoridad y la patológica es la dominación. La autoridad integra y la dominación fragmenta. Los agentes de pastoral tenemos poder, ¿cómo lo estamos ejerciendo, como dominación o como autoridad? El que domina: fragmenta, atemoriza, somete, limita al yo, limita el espacio de acción, limita los vínculos, aísla, amenaza, excluye, castiga, confunde, humilla, crea dependencia, desprecia, anula, niega al yo, cosifica, viola, invisibiliza, naturaliza/normaliza la violencia, posee verdad rígida, exige confianza ciega, violenta, desorienta; mientras que el que sirve con autoridad: integra, contiene, orienta, abre posibilidades, libera, empodera, promueve el pensamiento crítico, favorece las condiciones resilientes y adaptativas, fortalece vínculos, reconoce la necesidad, valora, da visibilidad, tiene pensamiento ético, cuestiona, favorece el reconocimiento mutuo, humaniza.
7.- El contexto es fundamental ya que no hay abuso fuera de una cultura abusiva. La institución o la familia que tolera el abuso, lo está promoviendo. Por eso es necesario revisar nuestras estructuras para que sean sanas y promuevan el buen trato.
8.- El silenciamiento de las situaciones dolorosas hace que se prolonguen. Para sanar hay que hablar, buscando a las personas que nos puedan ayudar a salir de esta situación de maltrato. El que abusa, por lo general, genera en la persona ofendida: miedo, culpa, vergüenza, desconfianza, dependencia y en cierto sentido un olvido de la herida sufrida. Pero para sanar es necesario salir de ese silencio, para ir venciendo los sentimientos y actitudes impuestas por el abusador.
9. Ante la problemática de abusos de poder, de conciencia, económicos y sexuales, la Iglesia propone estas 7 prioridades y asume estos 7 desafíos: 1) Protección de los niños, niñas y adolescentes generando una cultura de buen trato; 2) atender a las víctimas/sobrevivientes de abuso asegurándoles que se hará justicia, verdad, reparación integral y la no repetición de los abusos; 3) ser rotundos en no callar, no encubrir y no subestimar siendo transparentes en el trato de las denuncias; 4) no renunciar a nuestra tarea de evangelizar comprometiéndonos en generar entornos protectores para los menores; 5) por parte de los obispos ser responsables y dar cuentas de su gestión buscando el profesionalismo y la formación para actuar adecuadamente; 6) que haya integridad moral en todos los agentes de pastoral ofreciéndoles un acompañamiento continuo; y 7) colaborar con otras instituciones y con la autoridad civil en la protección de los menores generando mutua confianza y apoyo.
10. Las 4 «A» de la prevención: será necesario seguir Aprendiendo de nuestros errores, Afrontando el problema, Asumiendo protocolos de prevención y atención y Atendiendo a las víctimas/sobrevivientes.
Como Diócesis de San Juan de los Lagos, queremos seguir asumiendo los siguientes compromisos:
- Crear las condiciones para que las personas hablen y creerles.
- Reconocer y rechazar una cultura abusiva, fomentando el buen trato y la prevención.
- Vivir el poder (servicio) como autoridad y no como dominación.
- Generar confianza lúcida en los fieles, en las comunidades y entre nosotros.
- Ser responsables de la asimetría y usarla para ayudar a crecer a los demás y no para dañarlos.
- Asumir con responsabilidad las 7 prioridades, los 7 desafíos y las 4 «A» de la prevención.
Publicado originalmente en Fragua. Revista Interdisciplinar del Seminario Diocesano de la Inmaculada Concepción de San Juan de los Lagos, Año XXXVIII, Número 168, Febrero-Marzo 2020.