Uno de los errores más comunes en las familias, es continuar como si nada hubiera pasado, quizá, pensando que como dice el dicho “el tiempo lo cura todo”. ¿Y no es así? – es claro que no.

Cuando se trata de un trauma complejo, como lo es la experiencia de abuso sexual, no es posible encontrarle salida a la experiencia a solas. De hecho, la familia completa se ve afectada por el abuso de diferentes maneras, y sería importante que cada integrante recibiera la ayuda adecuada para poder sanarlo y encontrar un significado que le permita seguir adelante con su vida.

Con respecto a los niños, niñas y adolescentes, se trata de una experiencia para la cual no tienen la madurez suficiente, y como hemos comentado en artículos anteriores, les llena de vergüenza y culpa que se expresarán de alguna manera, quizá con conductas que no llamen mucho la atención, o ya sea con otras realmente alarmantes.

Por ello, una de las primeras cosas que deberán hacer los padres de familia al enterarse, es permitirse pedir ayuda y ser asesorados para equilibrar el dolor y la reacción de algo tan duro, y la necesidad que su hijo o hija que ha sufrido el abuso pueda tener de seguir siendo acompañado en este proceso.

Los adultos son los primeros que necesitan encontrar sus propios miedos, culpas, inseguridades cuando se enfrentan a la realidad de que su niño o niña ha vivido un abuso. Revisar a profundidad sus creencias al respecto, qué pueden esperar teniendo en cuenta la edad, circunstancias, personalidad, cercanía del agresor, etc., para buscar actuar de la mejor manera posible.

¿De qué se aprovechó el abusador para ganarse la confianza de su hijo o hija? ¿o la suya como adulto? Son preguntas dolorosas, pero necesarias, para reestablecer y fortalecer la protección sana. ¿cómo abordar el tema con los hermanos y hermanas? y la conveniencia de no convertirlo en un secreto del que no se pueda hablar… y tantos temas más en los que será necesario profundizar.

Hecho esto, permitirle al niño, niña o adolescente vivir su propio proceso para liberarse de los efectos que hay en el presente, y evitar síntomas en el futuro.

Todo esto suena muy bien, pero en la realidad práctica, la mayoría de las familias deciden cerrar el tema lo más pronto posible, y eso generará síntomas tarde o temprano, no solo en quién vivió el abuso, sino de una u otra manera en cada integrante de la familia.

Cuando el abuso sexual es intrafamiliar (es decir por parte de un miembro de la familia), las cosas son todavía más complicadas, pues las decisiones respecto a la conveniencia o inconveniencia de asistir a las reuniones donde víctima y victimario seguirán conviviendo harán una diferencia en la validación y recuperación de lo sucedido para la víctima.

Hay familias que dicen cosas como: “ya pasó”, y “no voy a dejar que se acerque”, sin tomar en cuenta que la sola idea de volver a encontrarse puede generar un terror profundo, regresiones, y en algunos casos ideación suicida, pero también mandará un mensaje al agresor: tiene o no tiene importancia en esta familia el abuso sexual de un niño, niña o adolescente… y si no tiene importancia, o todos actúan como si nada pasara, el agresor recibe el claro mensaje que puede seguir haciendo este tipo de cosas sin ninguna consecuencia.

Como ven, siendo tan estadísticamente frecuente, el abuso sexual todavía es un tema que se mantiene en secreto y en silencio, pagando un precio altísimo por ello a nivel social, generando más dolor, sufrimiento y problemas que si se aborda abiertamente como tantos otros hechos de la vida que los seres humanos nos vemos obligados a enfrentar y de los que sí podemos hablar.

La verdad es que es así: la vida nos pasa a todos, pero es muy diferente para quienes tienen oportunidad de contar con redes de apoyo para hablar de cómo se sienten, lo que necesitan y reciben el apoyo adecuado, que quienes se ven obligados a vivirlo en silencio y soledad.

Por: Carolina Téllez Estrada
Especialista en Protección de Menores