Tenemos la capacidad de elegir

Caminando hacia la Cultura del Buen Trato en Nuestra Diócesis de San Juan de los Lagos

Las formas en que la violencia se manifiesta son múltiples y variadas, dependiendo de los contextos: nivel económico, medio ambiente, infraestructura, situación socioeducativa, geografía, etc. Sin embargo, aunque existe esta pluralidad en la manifestación del fenómeno de la violencia o las violencias, en momentos de reflexión y dialogo, existe un punto de acuerdo en su concepción: la búsqueda del poder.

¿Será el poder el origen de la maldad, de las violencias humanas? Se escucha popularmente que el poder es una herramienta práctica que usada sabiamente es precursor del bienestar y la trasformación. Ahora bien, ¿cuál es el límite sabio del uso del poder? ¿Existen otros elementos que condicionan al poder? ¿Su mal uso causa las violencias?

Desde el juicio de la psicología se ha observado y estudiado que las relaciones abusivas de poder entre las personas son las causantes de las diferentes formas de violencia, a partir de pensamientos erróneos o ideas irracionales fundamentadas en las creencias que para ser “el mejor” es necesario imponerse al otro, y la manera de hacerlo es a través del uso de la violencia.

También, desde la psicología psicoanalítica, se estudia el famoso complejo de inferioridad, que se manifiesta a través de relaciones desiguales y fundamentada en la creencia que los otros son superiores a mí. Un enfoque de psicología que pone énfasis en los patrones de enfermedad del ser humano, mostrándolo como un ser con crisis internas constantes, sacando la peor versión de sí.

Otra mirada de la psicología también desde un enfoque más existencialista, hace mención que las personas no se preocupan por lo que llevan dentro, por su interioridad, que solo buscan la exterioridad, lo superficial, y no cuestionan, no preguntan, no analizan. Viviendo en insatisfacción, procurando llenar vacíos con objetos exteriores. Esta insatisfacción puede ser el parteaguas para la violencia y la maldad, la supuesta necesidad de tener, de poseer, cayendo en cuenta que esta insatisfacción muchas veces reforzada por la cultura actual, ha generado una falsa ilusión de poseer, de tener, pero al final el resultado es que el ser humano cae en la cuenta de que esas necesidades no pueden ser satisfechas, generando más y más frustración que engendra violencia.

En fin, la psicología pretende, con muchos medios, formas y herramientas, responder a las cuestiones de la violencia, pero siempre, pecando de narcisismo y limitándose a describir conductas y tapar síntomas, sin profundizar en las causas.

Hay momentos, en que esta constante búsqueda se vuelve árida, sin sentido, perdida y que llega a conclusiones complejas, racionalizadas y con aparente realismo, haciéndonos concluir que la maldad y la violencia son parte de nuestra naturaleza. Lo que genera en muchas personas una sensación de resignación, desesperanza y vulnerabilidad.

A partir de estas reflexiones, podríamos concluir que la maldad, la violencia o cualquier manifestación del mal es parte de nuestro ser. Sin embargo, no hemos abordado el otro lado de la moneda, que es el bien, la paz, el amor.

Existe también la experiencia de que el ser humano es bueno por naturaleza, dotado de una capacidad infinita para hacer el bien y compartir amor en su existencia. Esta capacidad la manifiesta en su relación diaria con otros seres humanos y criaturas, en su solidaridad y defensa de la vida, en la búsqueda de un crecimiento integral personal y social.

Hablar del amor, en general, seria redundar mucho, pero hablar de sus efectos en la vida, seria reconocer que en cada persona existe la capacidad de elegir, de hacer el bien o no hacerlo. En la capacidad de elección que cada ser humano tiene se fundamenta la verdadera filosofía del amor.

Cuando se encuentran la maldad y el amor, no se produce un choque violento donde ambos se aniquilan, autodestruyéndose, sino que la maldad termina cediendo ante la libre manifestación del amor.

Las relaciones humanas basadas en el amor se manifiestan en el buen trato, la solidaridad, el bien común y la búsqueda de la empatía; y nos hacen concluir que la esperanza en el amor será la clave para continuar con la transformación del ser humano.

Terminó dejando al aire las siguientes preguntas para que cada uno, desde su realidad las responda: ¿Seremos lo suficientemente sabios para elegir ser movidos por el amor? ¿Seremos valientes? ¿Lograremos responder a los retos que nos presenta la realidad? Al final, ¿el amor tendrá la última palabra?

Por Gilberto Martín Velázquez

Artículo publicado en: Diócesis de San Juan de los Lagos, Boletín de Pastoral 486, diciembre de 2020, pp. 26-27.

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